Abres los ojos y estás en un país desconocido.
Sólo te acompaña la persona que más amas, en la que confías ciegamente.
Providencialmente esta persona sabe mucho sobre este raro país. Se convierte en tu guía.
De pronto este guía colapsa mentalmente.
No habla; no piensa; no hace nada más. Incluso parece no escuchar.
A todo lo que le dices sólo te da un intento de respuesta con una mirada rápida y moviendo la cabeza.
Una solitaria compañía es lo que sientes ahora.
—
Hace unos días estaba en el parque con mis hijos.
Los conté: 3 niños menores de 5 años jugando; o mejor dicho “explorando”.
Pequeños que comienzan a recorrer este “país desconocido” para ellos, que es el mundo.
Mientras que sus guías, sus padres, sólo hacían un intento de presencia: pantallas en sus manos que los mantenía colapsados mentalmente.
Y supongo que ya sabes hacia dónde voy…
No pretendo ser juez, pues en varias ocasiones pude haber sido yo el condenado.
Más bien intento ser como un emisario.
¿De un mensaje sobre cómo ser mejor papá? — no lo sé.
Pero al menos sí de la necesidad de entender mejor a nuestros hijos; de comprometernos con su desarrollo e interacción con el mundo.
De no ser meros “espectadores” de sus vidas, sino ser actores.
Los protagonistas son ellos claro está, es su vida. Pero ser padre es también ser mentor, guía y un cálido acompañante en la aventura de nuestros pequeños.
No dejemos que una pantalla nos arrebate este tesoro.
O mejor dicho, que se lo arrebate a ellos.