La semilla se plantó en 1930, en una pequeña habitación en Oxford:
Un veterano de la 1ra Guerra Mundial contándole a sus hijos la historia de un Hobbit.
7 años después la historia se volvió un bestseller.
Ésta es la historia de cómo gracias a una amistad, de J.R.R. Tolkien y C.S. Lewis, hoy tenemos acceso a una obra de arte como El Señor de los Anillos.
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Cuando se conocieron en Oxford en 1926, siendo maestros, hubo tres cosas que los unió casi de inmediato: su amor por las letras, el té inglés y haber compartido campo de batalla durante la primera guerra mundial.
Lewis ya era un nombre importante en el mundo literario.
Tolkien se mantenía creando en secreto personajes, lenguajes, elfos, y todo un mundo mágico en la "Tierra Media".
Pero así como Frodo Bolsón descubrió pronto que lanzarse sólo a Mordor era casi un suicidio, así pronto estos dos señores descubrieron que para alcanzar la oscura cumbre de la escritura creativa, o cualquier otra cumbre, se necesita compañía.
Inklings fue el nombre que le pusieron al grupo.
Una docena de amigos, amantes de la escritura, que se reunían en el "The Eagle and Child" pub, en Oxford, para compartir letras y tragos.
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"En cada reunión, los miembros deberán leer en voz alta sus composiciones inéditas. Se suponía que estos debían estar abiertos a críticas inmediatas." — Escribe Tolkien en una carta de 1967.
Entre el calor de estas reuniones y la fecunda lluvia de ideas creativas que sus hijos le daban mientras Tolkien les narraba sus cuentos por la noche, se fue gestando como una semilla su primer libro.
Así, por el impulso de su mejor amigo, C.S. Lewis, "El Hobbit" vio la luz en 1937.
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Era tanto el apoyo de Lewis a la escritura de Tolkien, que se cuenta que en una noche de apagón en tiempos de la 2da guerra mundial, en 1939, éste arriesgó su vida en un viaje nocturno a la casa de Tolkien para beber ginebra y jugo de lima y hablar sobre los próximos libros de Tolkien.
“De no haber sido por su interés y su incesante afán por saber más, nunca habría llegado a una conclusión con El Señor de los Anillos" — declaró Tolkien en 1965, dos años después de la muerte de Lewis.
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Esa historia me atrapa, porque refleja una amistad sin ningún interés de por medio, más que el de compartir su tiempo y su interés por la creatividad con las letras.
Pero hay uno que me atrapa más.
En 1944 Tolkein se sentía muerto creativamente, pero gracias al empuje de Lewis volvió a escribir.
Y durante una sesión de Inklings, con todos presentes, Tolkien leyó los dos últimos capítulos de lo que ahora se conoce como "Las dos torres".
De una carta que Tolkien escribió a su hijo Christopher, aparentemente después de esta sesión de Inklings, podemos concluir el gran impacto que Lewis tuvo en su carrera:
"Aprobó con un entusiasmo inusual y, de hecho, el último capítulo le conmovió hasta las lágrimas, por lo que parece estar a la altura."
No dejo de pensar en esa escena.
Dos veteranos de guerra, aproximadamente en sus 50's. Uno leyendo sus escritos, y el otro aguantando las lágrimas conmovido por el trabajo de su amigo.
Y con todo llego a preguntarme:
¿Por qué es tan difícil conseguir una amistad así?
Una amistad que entristezca contigo en tus tristezas y se alegre contigo en tus alegrías. Que celebre tus triunfos como si fueran suyos y te acompañe en los momentos oscuros.
En la vida, que es una cumbre, todos necesitamos compañía para subir.
En la vida todos necesitamos con quien sufrir, reír y vivir.