La mayoría la mira con temor; otros locos pretenden dominarla con furor.
— Y continuó —
Los primeros viven presas de una sensación dominante. Los segundos viven presas en la espera angustiante de un futuro inmutable.
Cierto es, que a primera impresión, la muerte es enemiga y despiadada y sin lógica ni razón.
Pero a segunda vista, que logra sólo quien la contempla, la muerte se vuelve amiga fría que sólo cumple su función.
Hombre sabio es quien sabe aguardarla sin inquietarse, y viviendo con pasión su presente, pensando en el futuro sin afanarse.
Haz lo que hacen los monjes cartujos — dijo. Mirándome como si él mismo fuera embajador de la muerte.
Para ellos, su única posesión es Dios, y la muerte es la amiga que los llevará a aquello que llevan anhelando toda su vida.
Y es tan amiga, que preparan su venida.
Con las mismas manos que cavan para sembrar la tierra que les dará el alimento para sostener su vida, con esas mismas manos cavan la tierra y abren el sepulcro donde terminará su vida.
— Hizo una pausa, y continuó —
Así como lo oyes: cada monje cava su propia tumba como preparación a la muerte que puede visitarlos en cualquier momento.
— Después me hizo una pregunta que me sigue dando vueltas hasta hoy —
Tú no eres monje, pero piénsalo: ¿Qué podrías hacer hoy para estar listo y recibirla como si la muerte fuera amiga?
Su mirada me paralizó.
Y sólo pude quedar en silencio.