Niños-máquina manipulados emocionalmente por un aparato en sus manos.
Niños que derraman lágrimas y se desatan violentamente si se les quita de las manos esa máquina de luces.
Él no venía con ello de fábrica:
La sociedad sugirió instalarle ese dispositivo para ahorrarte problemas y simplificar la paternidad.
Compramos la idea — Ni siquiera leímos el manual.
Arrancamos su corazón inquieto de niños y les implantamos uno exterior que manipula sus sentimientos y emociones con sobredosis de dopamina.
“Es que sólo así se queda quieto”
Nos decimos un adulto a otro mientras sonreímos hipócritamente para poder seguir en nuestras risas huecas e ideas vacías, que sólo crean una cámara de eco con pensamientos repetitivos que no llevan a ningún lado.
¿Sabes por qué?
Porque tú, yo, y todos los que nacimos después de los 80’s fuimos los primeros cyborgs.
Somos parte de las generaciones de niños educados por la televisión. Y en el peor de los casos, de los educados por la televisión por cable.
Somos parte de las generaciones que se fue extinguiendo de los parques, de los paseos en bicicleta; y de los que se fueron extinguiendo las cicatrices en las rodillas.
El problema se agravó cuando se nos dio el internet:
Una herramienta desconocida, pero brillante y reluciente como auto deportivo en aparador, llamando la atención de todos.
Pusieron en nuestras manos una caja de pandora.
La televisión por cable nos enseñaba lo que era posible, pero el internet nos abría las puertas a hacer eso posible.
Con un sólo botón, presionado a media noche, transicionabas de un canal para niños a uno para adultos. Ahora con un sólo click éramos capaces de tener el contenido para adultos a la luz del sol o bajo la oscuridad de la noche.
Comer y cenar McDonals por diez años nos hubiera hecho menos daño que esto.
¿Y no hemos aprendido la lección?
Estamos repitiendo el ciclo — ahora es peor.
Este dispositivo no sólo junta todo lo que ya vivimos tú y yo. Pretende ahora no sólo conquistar su alma, sino también su razón e inteligencia.
Es un proceso de ingeniería inversa:
Por la razón descubres tu alma, y por tu alma descubres la razón de tu existir.
A nosotros empezaron por engañarnos sutilmente, haciéndonos creer que la razón de nuestro existir es el disfrute, el placer y la superficialidad de las cosas efímeras.
Así mataron poco a poco nuestra alma, y logramos conservar aún un poco de razón.
Pero ahora a nuestros hijos no sólo se les destruirá el alma, sino también la razón, adormeciendo el uso de su inteligencia con proporciones mundiales de dopamina barata que sólo aletarga el cerebro y lo mantiene en una especie de estado vegetal.
O tal vez deberíamos de decir en un estado animal.
¿Has visto el berreo, las lágrimas y el berrinche que es capaz de hacer un niño cuando se le quita el teléfono celular mientras ve alguna animación sin sentido en YouTube?
A eso me refiero…
Mira, tampoco voy a demonizar la tecnología. Nos ha abierto puertas inimaginables con las que ni siquiera pudieron soñar nuestros antepasados.
Tenemos acceso al conocimiento de los mejores pensadores de todos los siglos.
Los ojos que lloraron hace más de dos mil años por la destrucción de la Biblioteca de Alejandría, hoy brillarían maravillados por el volumen de conocimiento alojado en Internet.
Pero posiblemente volverían a llorar al ver el uso que les estamos dando.
La tecnología, el Internet y la misma Inteligencia Artificial no son más que herramientas al servicio del hombre. Herramientas para facilitarnos el trabajo, la vida y elevar nuestro potencial.
La tecnología debe estar al servicio del hombre para ayudarle a vivir más libremente y disfrutar de la amplitud de la palabra vida, que incluye las risas en familia o con amigos, pero también el llanto y la necedad de un niño de dos años que está aprendiendo a ser humano.
Usarla para “controlar” a un niño y convertirlo en cyborg al hacerlo dependiente de un celular, nos pone en el lado incorrecto de la historia.
Porque la tecnología es para el hombre, no el hombre para la tecnología.
Hace 2 años viajé de trabajo, y estaba almorzando sólo en un hotel en la playa.
En la mesa de a lado había una pareja joven con dos niños: los 4 estaban, cada uno, en su celular.
En un hotel para vacacionar. En la playa. “En familia”.
No era la primer