Los hombres tenemos una inclinación a buscar más, querer más, desear más.
De todo y para todo.
La ambición saca de la zona de confort, y eso es bueno.
Pero la ambición se convierte en problema cuando se le educa lejos de los brazos de su padre: el contentamiento.
Había dos escritores platicando y uno le pregunta al otro si le molestaba que en el último mes un millonario que los dos conocían había hecho más dinero que lo que él haría con sus libros en toda su vida.
El interrogado responde: “No. Yo tengo algo que él nunca tendrá. Se llama suficiente”.
Contentamiento es una palabra que usamos poco, pero es básicamente el saber decir “ok, es suficiente”.
Por eso creo que la ambición debe ser educada por el contentamiento.
Sólo así podremos definir en verdad lo que el éxito significa para uno mismo, en vez de comprar recetas prefabricadas de éxito.
Sólo así podremos decir: tengo suficiente y soy suficiente.