Tampoco una edad ideal.
Pero sí es un ideal lo que mueve al hombre a casarse.
Hay un combate oculto que transforma al niño en hombre; al hombre en caballero; al caballero en leyenda.
La chispa que enciende el fuego del combate es la mujer; no cualquier mujer, sino la ideal.
Es esa mujer que pone a combatir el interior del hombre: el corazón lleva una espada y la razón una lanza.
La razón argumenta una abundancia de más grandes bellezas fuera de ella, pero fuera de ella el corazón del hombre no encuentra verdadera abundancia.
Entonces descubre el hombre que aunque hay muchas, él quiere sólo a una.
Entonces descubre el niño, que a lado de ella, se vuelve un hombre.
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A los 23 años decidí casarme. Me decían que era “un niño”.
Posiblemente me veía como uno. Pero no veían al hombre que nacía estando a lado de ella.
Mi razón veía muchas opciones. Mi corazón veía sólo una.
Y en mi opinión, cuando un hombre vive esto, es la mayor señal de estar listo para casarse.
Descubrir a esa mujer y no entregarle tu vida tan pronto como te sea posible es como descubrir un tesoro y querer volver a enterrarlo.
No hay monto de dinero; no hay éxito profesional; no hay viaje ni lugar del mundo que valga más que un sólo minuto amando a esa mujer por la que tu corazón derrotó a tu razón.