“Mami ¿estás feliz?” — preguntó Elina, mi niña de 2 años.
Con una cara que refleja el paso de 4 torbellinos (nuestros hijos) y una voz tenue que lo confirmaba sólo respondió: “Sí, y mucho muy feliz”.
Elina sólo hizo una sonrisita pinga y dijo “Otei” — que significa”Ok” en su lenguaje kindergardiano.
Hay una fuerza que nos mueve a cuidar de ella y sus hermanos, y es la fuerza de la vida que sentimos cuando lo hacemos.
Cuando cuidas a alguien, o algo, depositas en eso tu energía; le regalas tu tiempo y atención.
Porque donde pones tu atención, pones tu energía. Y donde está tu atención y cuidado, ahí está tu corazón.
¿En qué está puesta tu atención hoy?
Pregúntate: eso en lo que pongo mi atención hoy ¿me hace sentir vivo?
Pon tu atención y cuidado en lo que haga vibrar tu corazón. Sólo eso merece tu energía. Porque cuidar de eso, es cuidar tu corazón.
Es sabio el proverbio que dice: “Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida.”
En primera línea pareciera un proverbio egoísta.
Pero es la extraña paradoja donde entre más miras hacia adentro de ti mismo, de tu corazón, más se abre tu vista hacia el exterior para ver a los demás.
Donde descubres la paradoja de que cuidar cansa, pero da vida.
Cada vez que Elina nos ve a mi esposa o a mi con cara de cansados, o nos ve con energías bajas, pregunta lo mismo.
Es como un recordatorio de que gastar las energías en lo correcto, siempre traerá felicidad como consecuencia.