Cierras Instagram con la sensación de que esa persona que acabas de ver es mejor que tú: más exitoso, más fuerte y en forma, más pleno, etc.
Y aunque sí, el riesgo más obvio es un ataque a tu propia autoestima, hay uno peor.
Pasa desapercibido, como serpiente silenciosa que se arrastra por tu habitación en espera de darte muerte.
La única diferencia es que este veneno es de acción lenta, entra en tus venas y te va matando de a poco.
Pero tiene un gran primer efecto: dejarte ciego.
Y ese es el nombre del peligro real.
A través de las redes sociales ves sólo el 1% de la vida de alguien, y además, sólo ves el exterior.
Y cuando te juzgas una, tras otra, tras otra vez tomando como referencia sólo este 1% de la otra persona, vas dejando marcado en ti un comportamiento en automático que ve sólo hacia afuera, y que además se acostumbró a juzgar con un mínimo de información.
En pocas palabras: un juicio a ciegas donde tú mismo eres siempre el sentenciado a una condena injusta.
Pero hay un antídoto de 2 componentes: vida interior + pensamiento crítico.
La vida interior te llevará a descubrir lo que te hace único, irrepetible y profundamente valioso.
Y el pensamiento crítico te ayudará a activar ese descubrimiento de la vida interior cada vez que se quiera volver a activar tu “sistema automático de auto-juicio”.
Al final, el comparar no es malo y puede ser una herramienta de mejora, pero para ser provechoso debe ser justo:
Un boxeador se compara con otro mejor pero no en todo su boxeo. Cada uno desarrolló su estilo con los años. Pero sí compara su técnica específica de jab-cruzado que podría integrar en su propio estilo.
¿Se entiende la idea?